El Inti Raymi : El año nuevo Inca que comienza en junio.

Aún no amanece y la tensa calma impera en el Cusco. Son miles los hombres y mujeres que aguardan pacientemente a que el primer rayo del sol se dibuje en sus pupilas. Con los ojos clavados en el horizonte, un primer rayo dorado se deja ver, como sí un hilo invisible tirada de todos al mismo tiempo, los cuerpos se inclinan, los brazos se levantan, el sol no nos ha abandonado.

Así iniciaba el año nuevo en el Imperio Inca. No en enero, sino en junio, el dios Inti volvía a mirar a su pueblo, trayendo consigo luz, vida y renovación. Este momento, hoy convertido en espectáculo; era una ceremonia sagrada, el verdadero reloj cósmico de los Andes.

El calendario de los Incas

Para los Incas, el calendario lo marcaba el cielo. Y el solsticio de invierno en el hemisferio sur —alrededor del 21 de junio— era el punto cero. Era el instante más oscuro del año… pero también el momento en que el Sol, tras haberse alejado, decidía volver. Y eso había que celebrarlo. Con gratitud, con rituales, con canciones y con fuego nuevo.

A diferencia del calendario occidental impuesto tras la conquista, que empieza el año en enero por razones astronómicas del hemisferio norte, el Inti Raymi respondía al ritmo real de la vida andina: el cierre de las cosechas, el descanso de la tierra, el fin del ciclo agrícola. Era la pausa necesaria antes del renacer. Un nuevo ciclo de siembra, de esperanza, de comunidad.

El Inti Raymi marcaba la renovación total

Durante nueve días —aunque algunos cronistas hablaban incluso de un mes entero— Cusco se transformaba en el centro del universo. Desde la plaza de Haukaypata (mucho más grande que la actual), hasta los cerros sagrados y templos bañados en oro, todo vibraba al ritmo del Inti Raymi.

Se encendía un fuego nuevo, traído directamente desde el Sol gracias a un espejo de oro. Se ayunaba para purificar el cuerpo. Se ofrecían brindis con chicha, se hacían sacrificios de animales (y antiguamente, quizás incluso de niños en otras ceremonias), y se danzaba como si el mundo empezara otra vez. Porque, de hecho, sí empezaba otra vez.

El Inca —considerado Hijo del Sol— presidía todo. Vestido de negro, el color de la pureza, compartía su copa de oro con los nobles y curacas, en un acto que sellaba alianzas y promesas. Era más que una fiesta: era una ceremonia de legitimación del poder, de cohesión social y de renovación espiritual.

El pueblo común miraba desde lejos, pero también participaba desde su lugar, creando fiestas paralelas, danzando, tocando flautas, celebrando que seguían vivos bajo el abrigo del Inti.

Vive el Inti Raymi

Si estás pensando en viajar a Cusco en junio, mes para ver la representación del Inti Raymi, prepárate para ser testigo de una historia que trasciende en el tiempo. Una fiesta que sobrevivió a la conquista, al olvido, y que sigue, de alguna manera, latiendo en el corazón de los Andes y que te hará vivir un nuevo comienzo.

Fuentes: 

  • Betanzos, J. de. (1551). Suma y narración de los Incas (Cap. XV). Citado en Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2007). El Inti Raymi Inkaico (pp. 400, 410). Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Garcilaso de la Vega. (1609). Comentarios Reales de los Incas (Vol. II). Citado en Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2007). El Inti Raymi Inkaico (pp. 76, 87, 411). Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Limón Olvera, S. (2004). La fiesta del Inti Raymi como marcador del año Inca. Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Molina, C. de. (c. 1575). Relación de las fábulas y ritos de los Incas. Citado en Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2007). El Inti Raymi Inkaico (p. 402). Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Molina, C. de (El Almagrista). (c. 1550). Destrucción del Perú. Citado en Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2007). El Inti Raymi Inkaico (pp. 81–82, 411). Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2007). El Inti Raymi Inkaico. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.

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